jueves, mayo 24, 2007

Elogio de la locura

aqui un capitulo integro de un librillo escrito en un polvoroso y largo camino por el tio Erasmo, prueba de ello es que filosofa a tropesones por cada idea que se le pasa en la mente... y creo que este capitulo algo de rescatable tiene... mujeres no os enfadeis...

Sin embargo, aunque el varón estaba destinado a gobernar las cosas de la vida, era necesario hacerle un pocó más razonable y Júpiter, que estaba indeciso, siguiendo su costumbre, me pidió consejo. Y en realidad di un consejo digno de mi: que se diera una mujer al hombre. La mujer es un animal inepto y loco, pero complaciente y gracioso, de manera que su presencia en el hogar suaviza y endulza con su locura la melancolía y aspereza del género varonil. Así, Platon, al vacilar entre incluir a la mujer dentro de la categoría de animal racional o en la de animal irracional, no se propuso más que señalarnos la locura de este sexo.
Si acaso alguna mujer quisiera dárselas de sabia, no lograria sino ser dos veces loca; es como si, a despecho de Minerva, se mandara a un buey al gimnasio; porque quien contra su naturaleza toma las apariencias de la virtud, torciendo su innata ineptitud, solamente logra que el vicio se vea más de bulto. Así como dice el provervio griego, "aunue la mona se vista de seda,mona se queda", así la mujer siempre será mujer, es decir, loca, disfracese como se disfracese.
Sin embargo, no creo que las mujeres sean tan tontas como para enojarse conmigo por el simple hecho de que una mujer, aún más, la misma Locura, les reproche su locura, porque, si se mira bien, a la Locura es a quien le deben el ser por muchas razones más dichosas que los hombres.
En primer lugar, tienen el privilegio de la hermosura, que anteponen a todas las cosas, y cuya virtud tiraniza hasta los mismos tiranos. ¿De dónde creéis que viene la apariencia desaliñada del hombre, su velluda piel y su espesa barba, que le hace verse viejo aunque sea joven, sino del habito de la cordura, mientras que en la mujer siempre vemos sus mejillas imberbes, su voz fina y su cutis delicado, como si fuera la imagen de la eterna juventud?
En segundo lugar, ¿que otra cosa buscan las mujeres en su vida que agradar a los hombres? ¿No pretenden esto, sus adornos, sus perfumes, sus afeites, sus baños, sus peinados y cuanto artificios usan para componerse, pintarse, y fingir el rostro, el cutis y los ojos? Por lo tanto, ¿existe algo que las haga m{as recomendables a los hombres que la locura? ¿Hay alguna cosa que estos no les permitan? ¿Y a cambio de que otra cosa sino del deleite? Lo que deleita en las mujeres no es sino su locura, y no habrá nadie que no disculpe las tonterias que el hombre dice y las monerias que hace cuantas veces lo disponga el apetito de la mujer.
Ahora ya sabeis cual es el manantial del primero y principal placer de la vida.